Aquí todas lloramos a Juan Gabriel
Mi abuela lloró a Pedro Infante, mi madre a Juan Gabriel. Yo lloro a los dos. Esas pérdidas son un trozo fragmentado de mi vida. Mi madre cantaba Hasta que te conocí y mi abuela encontró en Amor Eterno una forma de cantar al hijo que perdió.
Así era Juan Gabriel, encontraba nuestros dolores antes de que le pudiéramos poner palabras.
Sí, cuando tenía 16 también sentí que no nací para amar y en la secundaria, a las seis de la mañana, sonaba Señor Sol en alguna estación de radio que ponía para despertar. Igual que JuanGa, mucho tiempo me sentí muy enamorada y mal correspondida, porque «(…) la diferencia entre tú y yo sería, corazón, que yo en tu lugar sí te amaría» y así con cientos de sus letras, porque aunque tenía 15 años, cuando todos son modernos y lo popular da asco, yo cantaba sin pena a JuanGa.
Mi madre ayer lloró todo lo que pudo, a ratos poco, a ratos mucho, no evitó una sola lágrima. Mi tía dice que mi mamá estaba enamorada de Juan Gabriel porque su primer novio también era Juan. Mi padre se llama Juan. Mi abuela sabe que a mi madre siempre le gustaron los Juanes.
Me parte el corazón verla llorar. Me parte porque yo no sé qué historia cargue y cuál no me ha contado. Lo cierto es que Alberto Aguilera siempre fue el referente que ella me enseñó para cantar, reír y llorar por igual.
Una noche antes de morir, JuanGa cantó y bailó sin caídas que lamentar. Un mes antes mi padre le recordaba a mamá que el divo de Juárez cantaría en el zócalo. Unos años antes lo vi y escuché en la plaza principal de Toluca.
Lo que sucedió ayer fue que el corazón del Divo de Juárez se detuvo, pero el corazón de Juan Gabriel estaba bien. Lo que le falló fueron las arterias llenas de júbilo pero también de otras cosas, lo que falló fue la sangre que no alcanzó a pasar y dejó de oxigenar al corazón. Las células cardíacas de Juan Gabriel se murieron, pero su corazón en esencia estaba bien. El corazón de su música, ese funcionaba perfecto.
Cuento todo esto porque creo que JuanGa, sin saberlo, cargó con parte importante de mi historia y de la de millones, así como lo cargan los cantantes populares de este país, lo cuento porque en mi casa se escucha música mexicana y cantamos con orgullo en español.
A partir de ahora ver a mi primo vivir en la frontera va a tomar otro significado, a partir de ahora sus canciones me van a sonar con más fuerza, desde ahora hasta que yo tenga a otro ídolo a quien llorar. Me cuesta creer que es verdad que murió, que su cuerpo realmente ya no respira, que no va a haber Zócalo ni para él, ni para nosotros con él, que no habrá más canciones escritas por Alberto Aguilera.
Y que sí, en efecto, se murió el palomo de tanto cantar.