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Jul 11, 2016

Eterna depresión post-Bebop

Desde finales del año pasado estoy revisitando Cowboy Bebop junto a mis hermanas, pero por cuestiones de logística y agenda no la hemos terminado (aunque sólo sean 26 capítulos), vamos a un ritmo lento, pero ya estamos a 6 capítulos del final. La primera vez que la vi fue apenas hace un par de años.

Recuerdo que después de dedicar muchos ratos libres e interrumpir mis horas de servicio social para terminar de leer Akira sentí una loca necesidad de seguir por el camino del manga y anime de culto y decidí que era el momento de ver alguno de los programas que tenía en mi lista de espera. «Cowboy primero» pensé, y comencé la búsqueda incesante en internet para encontrar alguna página donde pudiera ver los capítulos en su idioma original pero subtitulados y en buena calidad, porque claramente soy una persona insufrible que prefiere marearse tratando de leer y entender el contexto de las imágenes al mismo tiempo, mientras trata de cachar alguno de los verbos que aprendió el último curso de japonés «para repasar». Obviamente esta búsqueda resultó más difícil de lo que pensé, pero después de toparme con un par de links de dudosa procedencia logré encontrar una página donde podía ver los capítulos en HD y con subtítulos en inglés (porque no todo en esta vida es perfecto).

Creo que fue bueno haber visto esta serie ya con unos añitos encima para poder apreciarla en su totalidad, en lugar de haberla visto cuando la pasaban en el ya extinto Locomotion, de otra forma creo que, o me habría aburrido un montón, o me habría pasado como la primera vez que vi Serial Experiments Lain y no entendí la mitad de la trama, porque sí, existe una enorme variedad de programas animados que no están dirigidos al público infantil y que tratan una serie de problemáticas que a veces ni las series con actores de carne y hueso pueden abordar. En parte eso es lo divertido e increíble de la animación, porque se puede hacer un programa de literalmente cualquier cosa y cada caricatura es un mundo distinto.

Con todo esto, Cowboy Bebop es, en mi humilde opinión, el programa de ciencia ficción perfecto.  Situado en el año 2071, se desarrolla en un mundo muy lejos de la clásica utopía futurista en donde todo está ya resulto y la vida es perfecta. En su lugar, vemos una interpretación más realista de lo que podría pasar con nosotros: la tierra está colapsada y prácticamente deshabitada, lo que obligó a la humanidad a mudarse a otros planetas, las ciudades están sucias y llenas de personajes sombríos, la corrupción y el crimen persisten, y en general se parece mucho al presente, pero con más tecnología.

Incluso los personajes principales viven una vida muy parecida a la de muchos millenials de nuestra época: no tienen casa propia así que comparten vivienda con 2 o 3 personas, su mayor fuente de ingresos viene de trabajos freelance, por lo cual no siempre tienen dinero (y cuando tienen se les acaba pronto), y a veces sufren porque no tienen ni comida, pero sí tienen un perrito que decidieron adoptar aunque no estén en las mejores condiciones para criarlo.

Ahora que lo estoy viendo de nuevo me está volando la cabeza una vez más, no sólo la parte técnica de la animación, sino toda la lógica que mantiene coherente este universo, que parece está pensado hasta el detalle más chiquito. Pero creo que mi cosa favorita sobre Cowboy Bebop tiene que ser la dinámica de los personajes principales. A pesar de las diferencias de carácter, sexo y edad, todos comparten ciertas cualidades en común, como el ser unos desadaptados sociales, solitarios y melancólicos, y las cualidades particulares de cada uno complementan a los otros. Tienen gran química como equipo, pero se evitan lugares comunes y no se valen de la tensión sexual entre personajes del sexo opuesto para mantener la atención del público. A fin de cuentas son un montón de extraños que por razones del destino y el azar terminan conviviendo entre ellos. Ninguno sabe mucho sobre el otro, pero poco a poco vamos descubriendo sus historias al mismo tiempo que ellos y creo que ahí radica mucho del encanto de Cowboy Bebop.

Es el programa ideal para cuando quieres darle una cachetada de guante blanco a la gente que menosprecia la animación y a sus historias porque cree que sólo son para niños (como si los niños no tuvieran criterio y fueran el estrato más bajo de nuestra sociedad ¿?, pero ese es otro tema).

Mientras escribo esto me voy preparando para el viaje emocional que va a ser ver los últimos 6 capítulos y por más ñoño que parezca no puedo evitar pensar en el futuro.

El año es 2071. «El mundo no se parece nada a lo que Shinichiro Watanabe dijo que sería», susurro para mi misma mientras veo los últimos dos capítulos de Cowboy Bebop. Mi yo de 81 años muere.

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