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Jun 3, 2016

El Acto de Nombrar

por Mrs Miau

bch

Desde hace unos años le he pedido a mi familia que no me llame loca. Más allá de que la palabra alimente el estigma que hay alrededor de la gente con enfermedades mentales me parece que me nombran de tal manera cuando tengo una opinión que no cuadra con sus valores. En parte lo entiendo, ser feminista queer en una familia cristiana no es una tarea fácil o que le acomode a alguna de las dos partes. Sin embargo estoy convencida de que el acto de nombrarme loca minimiza lo que pienso y siento, lo descalifica y hasta podría decir que es un acto de censura.

Todo esto me viene a la mente por una entrevista que realizó una cadena de televisión abierta a un grupo de poetas. El video empieza con un señor diciendo que hablar de poesía es hablar de un mundo donde las mujeres han quedado al margen, donde aparecen de forma casi incidental y abre el cuestionamiento de porqué ha ocurrido así. Hasta ahí todo bien. Me parece importante que se abra un espacio para hablar de poesía contemporánea hecha por mujeres y sobre todo en televisión abierta.

El problema comienza después, las tomas que le hacen a las poetas se enfocan en porciones de ellas como sus manos o cuellos o en acciones que nada tienen que ver con la plática que está ocurriendo en la mesa como cuando se peinan, en cambio al conductor siempre lo pasan completo; él es una unidad mientras que las poetas son fraccionadas. Aquí quisiera parar un momento y pensar que tal vez sea mi imaginación, que igual se quisieron ver artísticos con sus encuadres y sus planos detalle. Nury por favor déjalo ir.

Pero no puedo porque luego resulta que el entrevistador comienza dirigiéndose a las poetas como “niñas” y luego les dice que se siente un poco abrumado antes que nada porque “están muy guapas”, claro después viene el talento. La palabra “niña” siempre me ha incomodado, sobre todo cuando a mis 25 años alguien me nombre de tal forma.Niña, yo no soy ninguna niña así como este señor no es ningún niño. Los niños necesitan ayuda, que los cuiden y los vemos con cierta ternura; yo no quiero que me ayuden, no necesito que me cuiden y no quiero causar ternura. En este sentido el señor no se encontraba frente a niñas, sino frente a mujeres poetas transgresoras y que – a juzgar por mi lectura de toda la obra reunida de una de ellas y por mi asistencia a varias de sus presentaciones- puedo decir que no causa ningún tipo de ternura.

La minimización de este grupo de mujeres no terminó allí, el señor continúa diciendo “a propósito de este librito tan bonito” ¿librito? ¿bonito? Me siento segura de decir que si hubiera sido un hombre no habría surgido la necesidad de usar diminutivos y mucho menos de llamar a una obra “bonita” se le hubiera llamado importante, de peso, completa pero “bonita” jamás.

El video termina con una de las poetas hablando, a diferencia de cuando habla el conductor no vemos su cara, sus gestos, el acto de enunciar; sólo su espalda, planos cerrados de la cara de las otras mujeres ahí presentes y, eso sí, un plano completo del conductor. Si quería saber porqué el mundo de la poesía se encontraba en ese estado, debió empezar por examinar el lenguaje, su propio lenguaje.

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