Jansson and Miyazaki’s Ponder Valley.
Hace un par de semanas me reuní con unas amigas de la prepa que tenía años -aaaaños- sin ver. El plan era ir a ver una película y luego ponernos al día con nuestras vidas. La verdad no soy la más fan de ir al cine *gastadera loca alert*, pero después de tanto tiempo sin vernos las caras me pareció un buen pretexto para juntarnos y echar el chisme después. Total, vimos Buscando a Dory, película que de no haber sido por la ocasión, no habría visto en el cine, creo que más bien me hubiera esperado a encontrar un link virulento en internet para verla en mi casa unos 2 meses después de que saliera de cartelera. En fin, la vimos. La animación, los escenarios y las texturas, están hechas con toda la dedicación del mundo, me reí un par de veces con algunas escenas e hice uno que otro chiste en voz baja con mis amigas, pero creo que el corto inicial sobre Piper, la gaviota bebé que no sabía pescar me pareció más memorable que la película entera.
Será cuestión de gustos, será que soy muy cínica, la película no estuvo mal, pero la historia de Dory pasó por mi mente sin pena ni gloria. Lo mismo me pasó con Intensamente y con otro montón de películas gringas de animación. Debo admitir que sí estoy un poquito sentida con Pixar porque ya tienen un rato sin sacar una producción de la calidad de no sé, Ratatouille o Wall-E, y me entristece pensar que la parte técnica se haya vuelto un elemento más importante que la historia en sí, pero también sé que la gente como yo ya no somos el target a quien van dirigidas y creo que es totalmente natural que me cueste más trabajo conectar a un nivel emocional con una película así.
Si hay algo que no me deja ver películas de animación sin volverme la tía amargada es lo predecible que pueden llegar a ser, casi nunca hay pausas, todo pasa en un abrir y cerrar de ojos y todo está ya explicado, nunca hay dudas de nada (o a lo mejor yo ya me excedí y he visto tantas que todas se me hacen iguales). La buena noticia es que en este mundo globalizado hay un montón de cosas más por ver y no pasa nada si no nos gusta alguna película porque hay de todo para todos. Y si de animación se trata, lo mio es más bien la nostalgia y la melancolía.
Usualmente no asociamos esos adjetivos a la animación, sobre todo si se trata de películas dirigidas al público infantil, pero hay dos personajes cuya obra podría ser fácilmente descrita con cualquiera de estas palabras.
Tove Jansson y Hayao Miyazaki son, desde mi punto de vista, grandes maestros de la narrativa infantil contemporánea. A pesar de que ambos desarrollaron sus habilidades dentro de distintos campos creativos (literatura y cine respectivamente) y que vivieron en países y épocas distintas, existen ciertas similitudes que podemos notar al analizar su trabajo.
Las ambientaciones y el ritmo de las historias dan la sensación de estar reviviendo algún momento del pasado con ayuda del color, los paisajes, la música y los silencios, y la forma en que tratan temas como la naturaleza humana hacen evidente que encontraron una forma distinta de narrar y explicar la vida misma sin caer en los estereotipos y clichés (ya sean de género o nociones sobre el bien y el mal) a los que grandes estudios de animación como Disney suelen recurrir y con los que incluso Pixar se ha llegado a tropezar.
Las historias tanto de Jansson como de Miyazaki dejan ver que en ningún momento subestiman la capacidad intelectual y emocional de los niños, ningún tema está prohibido y por esa razón es que son populares con todo tipo de público. Se han hecho responsables de crear el imaginario colectivo de muchas generaciones y me ayudaron a entender la importancia de la contemplación, porque a veces está bien tomarse un tiempo para pensar en nada más que la naturaleza que nos rodea y fantasear sobre nuestras aspiraciones y sueños, lo cual tiene mucho sentido si recordamos que Tove dedicó gran parte de su vida a viajar por el mundo con su pareja Tuulikki Pietilä y con quién también compartió una cabaña dentro de una isla apartada de la civilización.
A pesar de que Jansson ya no está en este mundo y que Miyazaki anunció su retiro, su obra ya nos ha marcado a muchos y lo seguirá haciendo con las futuras generaciones ya sea por medio de cuentos, películas o caricaturas, pues mientras exista el deseo de recordar y reflexionar con ayuda de las historias, su legado nunca perderá relevancia.