Estamos destinados a creernos todo
Creer.
1. tr. Tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado.
Estamos destinados, no hay duda. Si nos creemos cientos de estupideces del mundo, ¿por qué no creernos ésta?
Nos vemos y sentimos que quizá en otra vida ya nos habíamos tocado con los ojos.
Creemos, sobretodo, que estamos destinados a padecernos. A ser, como dé lugar, una angustia interna del uno para el otro.
Creemos demasiadas tonterías, como que el amor nos nació y se quedó en el primer hogar; que las sábanas no se quitan después de hacer el amor; o que debemos decirnos «te amo» aunque dudemos de la veracidad de esas palabras.
Pero lo hacemos.
No importa cuánto nos duela o dé miedo. Lo hacemos. Hacemos caso a lo que creemos.
Nos creemos, amor.
Porque la verdad es aquello que nos peleamos, sin importar lo absurdo de lo discutido.
Creer se ha vuelto también nuestra salvación.
Creemos en lo eterno, en el amor que existe entre nosotros, creemos en que jamás tendremos hijos, ni perros ni gatos, porque alguna vez también creímos que nada de eso se creó en la vida para nosotros.
Creemos en lo inmediato, lo que existe, aunque de vez en vez nos reclamemos el pasado incontrolable y sin posibilidad de cambiarse.
Queremos controlarlo todo, por eso creamos y escribimos mentiras. Hacemos textos para leerlos en público y sonar valientes, extraordinarios. Escribimos.
Porque escribir es una mentira. Soltamos letras en cualquier lado para que se crean unas a las otras, para que se mezclen y hagan discursos que incomoden.