El monotema: las relaciones y el amor.
Los budistas tienen muy claro que el amor se entrena. Tienes que aprender a vivir realmente el amor y tu capacidad de amar se incrementa con tu nivel de consciencia y con el enfoque del amor hacia el otro como una fuente de libertad y felicidad, otorgada y recibida.
No hay amor en la medida que se quiere atrapar a alguien, estar con alguien, buscar a alguien, esperar alguien, idealizar a alguien.
Ese alguien no existe.Y si crees que existe el efecto dura seis meses. Porque es lo que quieres ver cuando lo quieres ver porque lo necesitas ver así y parece realidad.
El apego occidental en las relaciones al que le llamamos amor o enamoramiento más esta educación emocional accidentada y manipulada por el entretenimiento y el arte, no tiene nada que ver con el amor, según los principios budistas. Y según estos principios no existen los seres ideales para amar y ser amado, existen las personas con sus faltas y defectos dispuestas a relacionarse con otras personas igualmente con infinidad de faltas y defectos.
Pero la profunda aspiración del amor desde este punto de vista budista es la compasión. La máxima expresión del amor. Y ese amor no es selectivo, está dirigido a todo ser sintiente. Pero esta práctica no es un ideal de amor por el amor a todo ser vivo, es una práctica cotidiana y sin distinción alguna. En términos laicos en algunas tradiciones budistas la infidelidad estaba penada con muerte. No se trata de amar todo indistintamente sin establecer acuerdos íntimos. Se trata de amar abiertamente con la claridad de las relaciones establecidas.
Bajo este camino en esta manera de amar, se va guiado por el despertar de la consciencia, por saber realmente quién es el ser que está tras la máscara del yo. Ese yo que es una ficción identitaria para la convivencia cotidiana, ese ser que tiene nombre, familia, un tipo de educación, credenciales y que se asume como tal cuando dice yo soy fulano. Ese fulano o fulana es realmente la fachada, el verdadero ser que habita ahí es un ser más profundo que muchos ni siquiera nos molestamos por conocer e indagar. Creemos que yo es fulano de tal con sus virtudes y defectos.
Pero en realidad hay un inquilino en ese hotel llamado yo. Ese es el inquilino que viaja en múltiples cuerpos y vidas según la tradición budista buscando llegar a un cuerpo que entienda la necesidad de realmente conocer su ser a profundidad para liberarse y dejar de estar materializado en un ser sintiente y poder vagar libremente por el cosmos.
Ese conocerse profundamente es el principio real de amarse y sólo hasta ese punto se puede realmente amar a los demás o a alguien y hasta ahí crecer en compasión y poder establecer un relacionarse en distintas escalas íntimas con un otro. Antes todo son telenovelas.