De instamodel a Playboy cover
Mi primer encuentro con la pornografía sucedió una navidad cerca de la playa. Siempre he sido curiosa y aquella vez mientras buscaba pistas de mis futuros regalos, en lugar de una Barbie u otro aburrido suéter encontré entre las películas una revista Playboy. La gloria era mía, hojeaba entre sus páginas arrugadas, veía estos cuerpos de la entonces figura perfecta 90-60-90; la dicha no duró mucho, sólo imaginar la cara de mi familia cuando me encontraran con la revista entre las manos me empujó a dejarla en su lugar.
Pero hoy en día Playboy se encuentra muy lejos de aquellos recuerdos de infancia y con la intención de atraer a los millennials ha cambiado las políticas de su revista; es decir: no más desnudos. Por un lado concedo la razón a la compañía de cambiar la jugada. Cuando el producto que vendes lo consigues gratis en el internet te enfrentas a la realidad: renovarse o morir. Sin embargo, no creo que las producciones de Playboy hayan sido baratas o material de la calidad del 80% de los videos en PornHub y creo firmemente en que si uno quiere ver pornografía de calidad debe invertir en ella. Desde los dramas porno hasta las producciones que utilizan nuevas tecnologías como la GoPro, Google Glass y Oculus Rift. Hay todo un mundo de nuevos formatos, géneros y tecnologías para renovar y refrescar los productos hechos para el placer.
Por otro lado, me asombra que siendo una publicación que siempre le ha pintado dedo a la moral en turno, hayan tomado una decisión tan drástica para unirse falazmente a la buena onda del feminismo. La nueva portada con todo y el falso empoderamiento de la selfie no es más que una copia bien elaborada de la publicidad erótica de American Apparel combinada con la mirada femenina de fotógrafas como Arvida Bynstorm. Más allá de eso se esconde algo extraño; está bien que los cuerpos del deseo han ido cambiando y pasaron de ser la típica güera oxigenada 90-60-90 a la chica del lado adolescente, virginal y de medidas menos escandalosas. Pero hay algo de esta chica que me parece perturbador y tal vez en ese sentido la idea de la selfie mandada desde Snapchat haya sido contraproducente; porque por lo general quienes producen ese tipo de imágenes son menores de edad; entonces en lugar de que Playboy quedara como un viejito cool que dice “mira, yo también uso Snapchat” quedó como un pervertido a un nivel que nos es desagradable y que claramente no está conectado con el público al que desea llegar.
Finalmente creo que Playboy demostró que no puede ser una revista que piense más allá de la objetualización de la mujer, a la cual no le parece importante el placer (tanto masculino como femenino), que no tiene valor para enfrentar la nueva realidad de su producto (Vendemos porno ¡¿y qué!?), que carece de creatividad y compromiso con sus clientes. Porque, después de tantos años ¿quién compra Playboy por sus artículos? Al menos yo no.