Damiana y Carola
Imagino que nacemos llenos de deseo. Que cuando salimos del vientre de nuestras madres estamos tan listos para comer como para asesinar. Supongo que la evolución lo hizo bien, no somos más fuertes, pero sí más chantajistas. Le chillamos a la madre tanto como podemos para no morir de hambre; ese es el primer instinto: no morir. Todo esto lo imagino, para más detalles habrá que consultar a Freud o a su psicoanalista de confianza. A mí Freud ni me cae bien.
Algunos tenemos que ser amables con la gente para sobrevivir* y en este mundo sobrevivir se traduce en tener dinero. Entre menos lana, más necesario es caer bien; ya saben, estar a la altura de las expectativas del león y conste que esas expectativas pueden ser tan variadas como te las quieras imaginar, todo depende de la manada que te va a alimentar. A veces a la manada le gustan agresivos, a veces tiernos, a veces listos, a veces guapos, a veces torpes, total que algo nos inventamos para que no se nos vaya la vida a la deriva. Es así, no es apropósito, pero lo hacemos. O le caemos bien al Rey León o el león nos devora cuando se le dé la gana. En cambio, los leones pueden darse algunos lujos: ser cínicos, por ejemplo. Explorar sus deseos desde las raíces, echarse a la boca a quien quieran y tener el detalle de ser cautelosos, siniestros y hasta creativos para tragar.
Damiana y Carola son un par de leonas brillantes. Las hermanas Casanova exploran sus deseos y los tejen con aguja fina hasta que consiguen, o no, lo que quieren; se aman de una forma particular, aunque yo diría más bien que se aman libremente, sin ataduras, sin prejuicios, sin cadenas a nada, se aman y se destruyen porque pueden, porque se tienen la una a la otra y a nadie más. ¿Qué hay más humano que destruir y destruirnos por puro placer?
Michelle Betancourt y Verónica Bravo le hacen justicia a las hermanas. No sé a los demás del otro lado de la pantalla, pero a mí me dan ganas de besarlas y golpearlas al mismo tiempo, tal vez ahí está la virtud de la puesta en escena, una también se siente con ganas de asesinar cuando sale de ahí.
También lo he pensado, también me imagino que puedo matar a alguien o amar a alguien u obligar a alguien a amarme. Pienso en Damiana y Carola como algún sueño perverso que nos hicieron favor de poner en un escenario. Y sí, las luces, el vestuario, el espejo de agua, todo en la obra me pone a pensar que estoy en un cuento de terror, en mi propio cuento de terror.
Del Chacal no les he hablado, me da pudor porque estoy perdidamente enamorada de él. Es nuestra víctima de la historia, en los deseos siempre hay uno o varios como el Chacal. Pienso en mis deseos, siempre mi víctima se parece a él: hay que escuchar su historia, entenderla, que les quede muy claro que te importa, pero sobre todo lo primero: escuchar hasta que no haya nada más que decir, escuchar y preguntar. Con los hombres como El Chacal hay que ser como un buen hacker: analizar el sitio con cuidado, lanzar el anzuelo y poner la máquina a trabajar. Encontrar vulnerabilidades en el algoritmo, estudiarlas y decidir de qué lado quieres atacar. Sí, es así como se roban bancos. Los que observamos tenemos mucho tiempo para pensar.
Soy María González, no comparto todos mis genes con nadie, no tengo hermanos, no tengo a quien culpar, pero creo que mis perros están planeando asesinar a mi vecino de enfrente, el que le va al América.
*Con sobrevivir pienso en las cosas más básicas: comer todos lo días, dormir bajo algún techo para no morir de pulmonía, vestir cualquier cosa que te pueda cubrir del frío, etc…
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No les voy a hablar de teatro, les basta saber que es una obra de Los Bocanegra y con eso tienen para no perderse su última función este viernes en el teatro La Capilla, a las 20:30hrs.