De crecer con la televisión y la representación en los medios
by Quetzallí
Como cualquier persona que vivió su infancia en la década de los 90s, yo también pasé una gran parte de ella frente a la televisión. México nunca se ha caracterizado por ser un país líder en producción de programas infantiles ni tiene una gran industria en el mundo de la animación, por lo cual la mayor parte del contenido que consumí durante esa época provenía de países extranjeros.
Probablemente vi más caricaturas que cualquier persona promedio, y por supuesto que había cosas que mi mamá hubiera preferido que no viera (solía decirme que si seguía viendo Garfield me iba a hacer igual de floja que él), pero en general hubo apertura por parte de mis papás para que viera todo tipo de programas, desde Tiny Toons y Animaniacs, los pocos animes disponibles en la televisión abierta como Ranma 1/2, Dragon Ball o Sailor Moon, hasta a otros inclasificables como Capitán Planeta y pasando por mi consentido de todos los tiempos, el bloque de caricaturas «Ventana de Colores» en el canal once.
Sin embargo, sí había ciertas cosas que estaban totalmente vetadas en mi casa: las telenovelas. En general nunca he sentido especial inclinación hacia este tipo de programas, en parte porque mi mamá siempre me dijo que eran programas basura y por otro lado porque siempre me costó trabajo identificarme con los personajes y con el contenido, las temáticas siempre tocan situaciones completamente irreales y exageradas y casi todos los actores responden a un estereotipo eurocéntrico con el cual nunca me pude sentir identificada.
En contraste, las variedad de formas y personalidades de los personajes en las caricaturas me resultaba más accesible pero sobre todo más divertido y en muchas ocasiones me vi reflejada en ellos. Este sentimiento creció cuando en casa contrataron televisión por cable y el catálogo de programas a los que tenía acceso comenzó a crecer, ya no eran sólo caricaturas, sino también series y algunas películas. Me daba gusto no sólo ver que había otros como yo, sino que también había otros que eran muy distintos a mí, y que me enseñaban otros puntos de vista e ideas que tal vez nunca habría conocido de no ser por ellos.
Creo que cuando estás creciendo (y en la vida en general) sentirte representado en los medios que consumes es muy importante, pues es una reafirmación de que está bien ser como eres, de que formas parte de algo, que no eres un anormal y que eres aceptado, y por esa razón es que me resulta conflictiva y problemática la forma en que nosotros como mexicanos hemos permitido y aceptado los estereotipos de normalidad que aparecen en todos los medios de comunicación cuando éstos no responden a nuestra propia realidad.
Me cuesta trabajo pensar cómo vivimos rodeados por la idea de que lo normal y lo bueno es ser una persona blanca clase mediera, y que la mayoría de la veces no exigimos que haya mayor diversidad en los medios o que no nos neguemos a seguir consumiendo este tipo de contenidos. Al contrario, seguimos perpetuando estos estereotipos de lo que nos han hecho creer es lo normal, nos burlamos de los que son diferentes y los señalamos de forma negativa. Incluso podemos pasar nuestra vida entera sin darnos cuenta del racismo internalizado que va creciendo en cada uno de nosotros y que nos impide aceptarnos como somos en realidad.
Creo que como país aún estamos muy lejos de crear entretenimiento de calidad que llegue a todos lados, quiero suponer que la clave y solución a todo esto está en el internet, pero mientras vamos resolviendo eso, podemos echarnos un capítulo de Adventure Time y aprender una que otra cosa sobre el respeto y la diversidad, porque después de todo creo que todavía podemos seguir confiando en algunas caricaturas.
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