Ellos saben
Mi querido Georgy:
Esta mañana la claridad del cielo, que se ve más brillante que de costumbre, me dotó de la determinación que se necesita para tomar una gran decisión.
Sé que me buscas, sigues mi rastro.
Intentaré explicarte hasta donde mis palabras puedan.
Inició hace varios meses con un sueño extraño. Acostada en mi cama, un ser delgado, largo y alto, de ojos oscuros y grandes, me observaba. Inmóvil traté de gritar, pero cualquier esfuerzo resultaba inútil. Una luz inundó la habitación como un rayo gigante. Luego, oscuridad y silencio.
Vino la mañana y los malestares siguientes: náusea, fiebre, escalofríos… y el primero de ellos: un hombre de traje con sombrero.
Aparecieron más, siempre distantes y solitarios. En un auto o de lado de un árbol. Siempre fumando.
En ese entonces no relacioné el sueño con los síntomas ni con los hombres.
Una tarde caminé hacia uno, quería tocarlo, saber que no los estaba imaginando. Me fue imposible agarrarlo.
Ellos vigilan cada paso, me persiguen. Saben.
Pretendí esconderme de ellos y de mi destino. Un terrible secreto esconde mi vientre, un ser fuera de este mundo crece cada día, me desgarra por dentro y come de mi carne.
Ahora lo entiendo todo, como el sol duro del Oeste que incendia las pupilas y limpia el pensamiento, no puedo seguir huyendo.
Haré lo necesario. Lo que habita dentro de mí no conocerá la vida, aunque el precio sea mi propia existencia.
No importa lo que pase, siempre serás mi Georgy, mi gran hermanito.
Te ama,
Linda.
(Ejercicio de microficción para el «Taller: Crear en redes, esa es la cuestión». Consistió en desarrollar una écfrasis a partir del cuadro Western Motel de Edward Hopper.)